Los Borgia by Mario Puzo

Los Borgia by Mario Puzo

Author:Mario Puzo
Language: eng
Format: mobi, epub
Tags: Novela, Histórico
Published: 2001-01-01T05:00:00+00:00


CAPÍTULO 16

Francis Saluti sabía que el interrogatorio por tortura de Girolamo Savonarola iba a ser el trabajo más importante de su vida. Savonarola era un clérigo, y no un clérigo cualquiera. Saluti había oído sus sermones en más de una ocasión y sus palabras siempre lo habían conmovido. Pero Savonarola había desafiado a la clase gobernante de Florencia; incluso había puesto en duda la legitimidad del propio papa Alejandro. Savonarola había conspirado con los enemigos de la Iglesia y debía ser procesado por su traición. Pero, antes, él debía arrancarle la verdad mediante la tortura.

Ese día, Saluti llevaba puesto un calzón ajustado y un blusón de un tono azul oscuro que tan sólo se fabricaba en Florencia. Era un color que enaltecía su oficio, pues, aun siendo sobrio, no era tan severo como el negro.

Todo estaba dispuesto en la cámara. Había comprobado personalmente los mecanismos del potro. Las diferentes ruedas, las poleas, las correas y los pesos..., todo estaba en orden. Un pequeño fogón, con varias tenazas apoyadas sobre las ascuas rojas, calentaba la habitación. Saluti estaba sudando, aunque no sabía si era por el calor o por la perspectiva de la generosa paga que obtendría por ese interrogatorio.

No era un hombre que disfrutara con la tortura. Además, le desagradaba tener que mantener su ocupación en secreto, aunque sabía que era por su propio bien, pues Florencia estaba llena de gente vengativa. Por eso iba siempre armado.

Eran muchos quienes ansiaban su trabajo. Al fin y al cabo, le pagaban sesenta florines al año, el doble de lo que ganaba un empleado de un banco de Florencia, y, además, recibía una bonificación de veinte florines por cada trabajo que le asignaba directamente la Signoria.

A pesar del insomnio y de los dolores de estómago que sufría casi a diario, Salutí era un hombre alegre e inclinado a la reflexión. Asistía al curso sobre Platón que se impartía en la Universidad de Florencia y visitaba asiduamente los estudios de los grandes artistas de la ciudad para contemplar sus obras más recientes. En una ocasión, incluso había sido invitado a visitar los mágicos jardines de Lorenzo Médicis; sin duda, había sido el mejor día de toda su vida.

Saluti no disfrutaba con el sufrimiento de sus víctimas, y quienes lo acusaban de lo contrario mentían. Tampoco le remordía la conciencia. Después de todo, el propio papa Inocencio, infalible en su condición de vicario de Cristo, había firmado una bula donde pronunciaba que la tortura era una herramienta justificada en la persecución de la herejía. Y, aun así, todos los días, los gritos de los reos resonaban en su cabeza hasta que los apagaba con la botella de vino que acostumbraba a beber cada noche para conciliar el sueño.

Pero lo que más le molestaba era la terquedad de sus víctimas. No entendía por qué se resistían a admitir su culpabilidad. No entendía su empeño en sufrir. ¿Por qué se negaban a escuchar los dictados de la razón? Saluti no lo entendía y menos aún en Florencia,



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